Hola a todos:
En estos días se hacen muchos propósitos nuevos, algunos
durarán más y otros menos, lo más seguro es que la mayoría no se cumplirán.
Cada año, en los últimas fechas del mes de diciembre, me propongo leer más en
el año nuevo y actualizar este sitio desde el que me asomo al mundo más a
menudo y nunca lo cumplo. En este 2018 no entra entre mis retos, a ver si así
consigo hacerlo realidad. Quería
contaros también que he vuelto a recuperar la costumbre de acercarme a las
estanterías de mi casa para revisar los libros que allí aguardan, rememorar las
historias ya conocidas y elegir cuál será la que me acompañe en los próximos
días.
2017 ha sido un año regular a nivel lector. He leído poco,
pero he disfrutado mucho de ello. No sé si ha sido suerte o el hecho de que he
escogido novelas que venían muy recomendadas por lectores (blogueros o no) en cuyo criterio confío, o quizás ambas cosas
hayan influido. Tal es el caso, por ejemplo, de “La perla negra”, de Claudia Casanova, “Medio hombre”, de Joe Abercrombie o “Memento mori”, de César Pérez Gellida, tres novelas estupendas que
no he reseñado pero aprovecho para recomendaros.
Vamos a lo que realmente importa, hoy vengo a contaros mis
impresiones sobre el libro que me ha acompañado durante los últimos días de
2017 y los primeros de este año que acaba de comenzar. “Los caminos del mar”,
de Magdalena Albero, lleva esperando su turno casi desde que se publicó. Fue
una de esas compras compulsivas en una época en la que no leía prácticamente
nada, y de lo único que me arrepiento es de no haberle dado antes la
oportunidad, pues me he encontrado con una historia, una época y una
protagonista que me han encantado.
CONTRAPORTADA.
En el año 286 antes de Cristo, Irene tiene quince años y
vive con su padre en Atenas. Su educación, que Kleón ha cuidado con un esmero
nada habitual para una mujer, la ha convertido en una joven curiosa y culta.
Sin embargo, todo su mundo se derrumba cuando él es encarcelado. Irene queda
bajo la tutela de Herófilo, un familiar médico con el que huirá de Atenas.
Durante una larga estancia en Creta, donde se ven obligados a recalar, Irene
acabará por adquirir conocimientos básicos de medicina, suficientes para despertar
su interés por continuar aprendiendo y practicando. Así empieza su periplo por
el Mediterráneo, que es a la vez un viaje hacia el descubrimiento de sí misma.
En la aventura vital de la protagonista se cruzan no sólo
los dos hombres a los que amará, sino también personajes históricos como
Herófilo de Calcedonia, el rey Ptolomeo I o el filósofo Epicuro y las mujeres anónimas – campesinas,
esclavas, cortesanas y esposas de ciudadanos griegos -, que la ayudarán a convertirse
en adulta. Las peripecias de Irene nos acercan a una época en la que la ciencia
médica daba sus primeros pasos y el arte y la filosofía formaban la conciencia
colectiva y se planteaban dilemas no muy alejados de los que vivimos hoy. Una
vida fascinante narrada en una novela imperdible.
MI OPINIÓN PERSONAL.
Corre el año 286 antes de Cristo en Atenas. La ciudad no se
asemeja mucho a aquella que gobernó el
gran Pericles y, ahora que Alejandro ha
muerto, la Hélade ha caído en manos de tiranos que no tienen escrúpulos a la
hora de encarcelar, o ajusticiar, a aquellos que no comulgan con sus ideas.
Tal es el caso de Kleón, un sabio de pensamiento libre que
perdió a casi toda su familia durante la última epidemia de peste que azotó la
ciudad. Sólo él y su hija Irene (protagonista de esta historia) sobreviven a la
plaga. Este hecho marcará sus vidas para siempre, padre e hija se redescubren:
ella recuerda que tiene un padre y él que tiene una hija. Kleón cuida de la
educación de su Irene como lo había hecho con la de sus dos hijos varones, para
él no hay ninguna diferencia por ser mujer; al igual que hizo con ellos le
enseña a cuestionarlo todo, a no conformarse con lo establecido y a luchar por
lo que cree justo… pero llega un día en el que el reyezuelo que gobierna la
ciudad decide que Kleón está siendo demasiado molesto y lo encarcela. Aquí
comienza la historia.
Irene tiene que huir de Atenas, su padre la quiere libre y
sabe que en su ciudad no podrá conseguirlo. La joven queda bajo la tutela de
Herófilo, un médico amigo de la familia, que la acompañará, cuidará y guiará
sus pasos pero, sobre todo, le hará ver cuál es su vocación: gracias a él sabrá
que quiere dedicar su vida a curar a los enfermos, a luchar contra la muerte
con las armas que la investigación y la experiencia ponen a su alcance, y eso
para una mujer no era sencillo en aquella época. La propia Irene nos cuenta su
historia.
“Los caminos del mar” está narrada en primera persona por
Irene, como os digo lo que nos permitirá conocer la Historia, costumbres y
creencias del mediterráneo desde su subjetivo punto de vista. Me encantan las
novelas escritas en primera persona, especialmente cuando se trata de historias
de mujeres y creo haberos contado ya que adoro la Grecia clásica, así que esta
obra tenía todas las papeletas para gustarme, como así ha sido.
La trama no es otra
que la vida de Irene, es una vida difícil desde el encarcelamiento de su
padre. Kleón hizo de ella una mujer acostumbrada a pensar por sí misma, a que
sus opiniones fueran escuchadas y tenidas en cuenta; a partir de ese momento se
verá obligada a depender siempre de alguien, siente que su vida no es del todo
suya sino que les pertenece a los demás. Compartiremos con la protagonista sus
miedos cuando, una y otra vez, las ninfas
del destino parecen burlarse de ella impidiendo que se asiente de forma
definitiva en un lugar y obligándole a emprender una nueva huida hacia
adelante, casi siempre hacia un lugar desconocido para ella.
Este tipo de novelas
tiene un riesgo, y es que el protagonismo absoluto del narrador puede convertir
al resto de los personajes en meras comparsas que danzan al son que éste toca.
Este no es el caso de la historia que hoy os traigo, los personajes (unos
más que otros) tienen entidad propia, un pasado y una personalidad que les
define. Entre ellos me gustaría destacar a Herófilo, el médico que se
convertirá para ella en ese padre al que tuvo que renunciar demasiado pronto.
Su obligada estancia en Creta les unió mucho, tanto él como Linos (su discípulo
más aventajado y compañero de viaje) supieron ver en ella que podía ser un gran
médico y estaban dispuestos a apoyarla, a pesar de que su condición de mujer le
impedía ejercer la medicina.
El estilo es mucho
más fluido y rápido que en otras novelas de género histórico que recuerdo. Los
aficionados a la novela histórica sabemos que algunas obras pueden resultar
densas e incluso tediosas por la cantidad de información que el autor quiere
darnos para que podamos situarnos en la escena de forma correcta. En mi opinión
estas descripciones son necesarias… en su justa medida. En el caso que hoy nos
ocupa, apenas nos cuenta nada sobre la política o la religión (Kleón le enseñó
a no creer en los dioses) y conoceremos la sociedad de ciudades como Atenas o
Alejandría en mayor medida, pero tampoco en profundidad. Esto es debido a que
en la novela siempre están ocurriendo cosas, la autora prioriza la acción a la
descripción, y eso siempre es de agradecer.
Mi nota para esta novela es de 4 sobre 5, aunque siendo sincera
sería algo más de un 4, 5 y esto es así
porque hay un pequeño detalle en la misma que no me ha gustado: en ocasiones, Irene
nos adelanta los acontecimientos, sobre todo cuando se trata de si volverá o no
a ver a alguno de los personajes que le acompañan en su aventura vital.
Personalmente, habría preferido no saberlo, pues creo que este dato ha coartado
en parte mi imaginación sobre el devenir de la historia.
RECOMENDACIÓN Y CONCLUSIONES.
Recomiendo la lectura de “Los caminos del mar” a cualquier
amante de la buena novela histórica, las historias de mujer, las historias en
primera persona o todas esas cosas a la vez, como es mi caso. Se encontrarán con
una buena historia, bien narrada y coherente y con una protagonista con la que
no podrán sino empatizar. La obra de Magdalena Albero nos hará conocer un poco
mejor el período de decadencia de la Grecia Clásica y el nacimiento de una
nueva urbe (Alejandría) con su famoso faro en plena construcción.