Hola a todos:
Hoy
vengo a hablaros de una novela que me ha dejado huella, que me ha desgarrado
por dentro como pocas han conseguido hacerlo hasta ahora. Me jacto de ser dura,
de no permitir que un texto impreso en negro sobre blanco me afecte más de lo
imprescindible, pero “La tristeza del
samurái” lo ha hecho. Aunque no le perdono haberme hecho sufrir tanto, no
sería justo negarle lo que merece: esta es la primera lectura de cinco
estrellas de este año. Pero vayamos a lo que realmente importa.
Contraportada.
Diciembre de 1941. En una fría estación
de tren de Mérida, Isabel está a punto de perder todo aquello por lo que ha
vivido.
Mayo
de 1981. María, una joven y
exitosa abogada de Barcelona, debe comparecer ante la justicia de los hombres.
Pero eso no le preocupa, está agonizando y no es a ellos a quien deberá rendir
cuentas, sino a su memoria ¿Qué se puede hacer por amor? ¿Y por odio o sed de
venganza? ¿Existen la redención, el perdón o el olvido? ¿Podemos llegar a ser,
incluso antes de morir, aquello que una vez soñamos? Isabel y María deberán
enfrentarse a estas preguntas en el curso de sus vidas, muy distintas y, a la
vez, semejantes.
Estas dos mujeres son el origen y el final
de una historia que nos llevará desde Extremadura hasta las estepas rusas y,
más adelante, hasta la ciudad condal y a los paisajes de una España que durante
cuarenta años se fingió dormida, con el fin de demostrarnos que no existen
límites cuando luchamos por lo que anhelamos.
Mi opinión personal.
Quiero
comenzar haciendo una confesión: me
considero incapaz de poner por escrito todo lo que esta novela ha removido en
mí. Esta vez no quisiera centrarme exclusivamente en una serie de razones por
las que os recomiendo encarecidamente la lectura de esta historia. Prometo
hacerlo lo mejor posible.
Llevaba
tiempo queriendo leer algo de Víctor del Árbol, un autor al que conocí cuando
Montse me descubrió en redes sociales aquel espanto de cubierta de “Respirar por la herida”. Poco tiempo
después conocí la existencia de esta novela de la hoy os hablo y supe que sería
la primera que leería de él. Por la cubierta (prefiero la de la primera
edición) la sinopsis y, sobre todo, por el título que me llamó la atención
desde el primer momento.
La tristeza del samurái es una historia fea
y cruel. De una dureza extrema, no se atisba una luz al final del túnel, ya
que no hay tal si no un pozo negro sin fondo en el que los personajes van
cayendo uno tras otro sin posibilidad alguna de ser rescatados. Tampoco nos
encontraremos con un mínimo rayo de esperanza que te haga recuperar la fe en la
raza humana (que esta novela te hará perder). Quienes me conocen saben que, en
el fondo, soy una romántica incurable y quizás sea esto lo que me ha llevado a
ver algún que otro atisbo de bondad, pero es tan mínimo y aislado que es
inmediatamente devorado por la oscuridad que lo invade todo. El autor, por su
parte no hace el menor esfuerzo por endulzarnos ese trago tan amargo, es más,
da la impresión de que disfruta hurgando en la herida.
ATENCIÓN: ZONA
SPOILER.
Los
que me conocéis sabéis que no es mi estilo, suelo ser bastante cuidadosa con no
contar más de la cuenta, pero esta vez he considerado necesario poner este
aviso por si acaso se me escapa algo que quizás no deberían saber los que aún
no han leído esta novela.
Los
personajes son, salvo alguna excepción, una caterva de desgraciados que se dedican a estropear la vida de los
demás… y la suya propia porque ambas cosas no son incompatibles. Intentaré
explicarme algo mejor.
Publio (nunca conoceremos su apellido)
es uno de los pocos que se muestra ante el lector tal como es desde los
primeros compases de la novela: una mala bestia que sería capaz de matar a su
madre si eso le ayudase a conseguir su objetivo. ¿Cuál es este? Conseguir
mayores cuotas de poder y más dinero. Es el perro fiel de Guillermo Mola, uno
de los grandes jefes de la falange… ¿o quizás es al revés?
Isabel Mola es esposa de Guillermo, y
madre de Fernando y Andrés pero, sobre todo es
la clave de bóveda de esta novela. Sobre ella y su asesinato (en una
cantera abandonada de Mérida) recae todo el peso de la misma, tanto de la trama
como de los propios personajes. Isabel es el cemento que une los destinos de
todos los que la conocieron en persona (Publio, sus hijos o Marcelo Alcalá)
como aquellos que no lo hicieron (María o César, por ejemplo). Su ejecución
trae terribles consecuencias que se prolongarán durante cuarenta años, y
afectarán hasta a tres generaciones de algunas familias.
En
resumen, los personajes son “malos”, todos ellos tienen algo de lo que
arrepentirse, algo que ocultar, y eso incluye al diminuto punto luminoso del
que os hablé hace un rato. Por cierto, os propongo algo: ¿Sois capaces de
identificar al personaje que intenta en vano horadar la oscuridad que le rodea?
FIN ZONA SPOILER.
Pero
si por algo destaca esta novela es por el
estilo que utiliza el autor. Narrada en tercera persona por un narrador
omnisciente, es brutal, dura, cortante, demoledora. No hay un solo resquicio de
piedad o compasión en él. No concede un respiro al pobre lector, que verá cómo
aflora su lado más masoca: a pesar del sufrimiento, de la desesperación, de la
desazón que provoca este libro querrá saber más; es consciente de que no hay
lugar para el final feliz, pero sigue adelante con la esperanza de que ese
personaje que ha logrado despertar en él un mínimo de simpatía acabaría bien
esta historia. Al menos era lo que a mí me movía a continuar leyendo. Tal como
imaginaba fue así, la vida de mi personaje favorito estaba demasiado destruida
como para acabar de otra forma.
Recomendación y conclusiones.
Creo
que es evidente que recomiendo la lectura de La tristeza del samurái a cualquiera que disfrute con una buena
historia. Demoledora, terrible, cruel… todo lo que se diga de ella es poco,
pero Víctor del Árbol es capaz de
envolver al lector en las vidas de los
personajes, de llevarle hasta el límite una y otra vez, hasta el punto de tener
que dejar de leer porque no puede con la desazón, la rabia y
las ganas de gritar o, incluso, de llorar si aún te quedan lágrimas.
Sé
que esta no es la reseña que merece semejante novel, ni siquiera he sido capaz
de rascar la superficie de todo lo que ha removido en mi interior, pero
experesarlo todo sería imposible. Desde aquí os animo a leerla y compartir
vuestras impresiones conmigo.
P.
D. Os recuerdo el reto – juego que os he planteado antes: ¿Quién es ese
personaje tan escueto como luminoso que aporta el único rayo de esperanza que
hallaremos en esta historia?.
Siempre he dicho que Víctor te pega el primer hachazo en las tres primeras páginas y luego te va sacando la piel a tiras despacito, de forma dolorosa. No hay personajes buenos en sus novelas, todos tienen demasiadas zonas oscuras. Pero eso es lo que hace sus novelas tan distintas y tan espectaculares, aunque nos arañen el alma. Date un tiempo para respirar (por la herida o no) y dale una oportunidad a "Un millón de gotas". Pero ya te anticipo que duele aun más. Un besazo.
ResponderEliminarEn este momento no estoy para historias de este tipo, pero el hecho de que te removiese tanto me llama la atención y quizá en otro momento me anime. Besos!
ResponderEliminarSé como te sientes cuando lees a Víctor, es desgarrador, sus personajes y sus historias son espectaculares. Si te decides por Un millón de gotas ya verás. Yo aún no he podido Respirar por la herida.
ResponderEliminarBesos
Un libro que duele, que sacude, que te deja molida... Una maravilla!
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola.
ResponderEliminarDe este autor tan solo he leído una novela y me gustó mucho, te hablo de Un millón de gotas. Estoy segura de que te encantará. Besos