Siempre he pensado que hay ocasiones en las que los libros
aguardan agazapados en su estantería prestos a “saltar” sobre el primer lector
que tenga la osadía de acercarse a ellos pero la mayoría de las veces aguardan,
pacientes, su turno de entrar el vida del adicto a la letra escrita y contarle
sus historias. Quizás, incluso, elijan el momento preciso para hacerlo: aquel
en el que pueden marcar de algún modo la trayectoria vital del que se adentre
en ellos. Esto es lo que me ocurrió con Una madre, de Alejandro Palomas.
Mi profesión es cuidadora de enfermos, con preferencia/
especialidad en cuidados paliativos. Lo paso mal, a veces es duro, pero debo
confesar que adoro acompañar a los enfermos en sus últimos días, procurando
proporcionarles el máximo confort posible en esos momentos tan delicados.
Cuando me avisaron de que Araceli había sido hospitalizada en la unidad de
cuidados paliativos intuí que el fin estaba cerca, cogí de la estantería el
libro que tenía más a mano y salí para allá.
Yo no elegí a Amalia,
ni a Lady Bayeta. Tampoco Araceli escogió a Fer ni a sor deja que te diga. Más
bien fueron ellos quienes decidieron acompañarnos en las largas horas de
hospital, haciéndonos reír con sus ocurrencias y sufrir con sus miserias… ellos
creyeron que podrían ser un grato acompañamiento para una enferma terminal y su
cuidadora, que leía sus peripecias vitales en voz alta en aquella habitación
consiguiendo, quizás, que Araceli rememorase sus tiempos de lectora voraz,
antes de que una retinopatía diabética dañase su vista.
El cáncer acabó ganando la batalla. Araceli lo dio todo,
pero no fue suficiente para vencer al monstruo que la devoraba por dentro. Desde este humilde rincón quiero dar las
GRACIAS a Alejandro Palomas por crear a esta deliciosa familia y darle unos
momentos gratos a los últimos días de una enferma.
¡Que no pare la magia!
A Araceli, in
memoriam.
Ay Sara qué historia más dura pero qué entrañable. Desde luego no pudiste elegir una lectura mejor. Te admiro por el trabajo que desempeñas. Yo no podría. Un beso.
ResponderEliminarSara ¡qué bonito lo que has escrito! Me pasa como a Marisa, te admiro yo no podría, incluso me cuesta imaginarlo. Hace poco que leí Una madre y es verdad que los personajes se te meten dentro y se quedan durante mucho tiempo.
ResponderEliminarUn beso
Madre mía, tuvo que ser duro acompañar a Araceli en sus últimos momentos; está claro que para este trabajo hay que valer, y parece que tú lo haces genial. Hablando de cosas más mundanas, a ver si me estreno con este autor, que ya lo tengo en mi lista de pendientes.
ResponderEliminarQué bonito es este libro, pero qué bonitísima entrada has hecho, de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo bien grande.
Cómo te admiro, Sara! Yo no podría... Si ya se me ha puesto un nudo en la garganta...
ResponderEliminarY con Alejandro Palomas tengo que estrenarme.
Besotes!!!
Preciosa entrada, Shaka. Lo dice todo sobre ti. Y la elección de la novela de Alejandro Palomas indica tu sensibilidad y compromiso con los enfermos terminales. Una madre será mi primera toma de contacto con la narrativa de Alejandro Palomas. D. E. P., Araceli.
ResponderEliminarEsta vez yo voy un poco distanciada del resto. Me cuesta un poco el sentimentalismo de Palomas, aunque entiendo que guste y lo que quiere transmitir, no es el tipo de lectura con el que yo disfruto. Por eso mantengo la distancia tras haber probado un par de veces
ResponderEliminarBesos